miércoles, 23 de marzo de 2016

Las Montañas

Estaba pensando la otra vez sobre el humano. Algo que cualquier humano piensa por la simple curiosidad de ser uno y que a lo largo del tiempo, al presenciar cambios en la vida, se tiene la sensación de que nosotros también cambiamos como especie.
Después pensé en nuestro origen, si era evolutivo o fuimos creados o manipulados.
Ahora que recuerdo, este pensamiento surgió observando a mi perro que estaba sentado con una de sus patas delanteras sobre mi rodilla mientras yo almorzaba. Es algo que siempre hace, lo veo como un gesto de petición hacía mi ya que en diferentes ocasiones comparto mi comida con él.
No es igual a otros perros con los que viví, parece un poco más inteligente en el sentido de la comunicación. O quizá obtuvo otros permisos diferentes a mis anteriores compañeros, quizá un poco más de libertad. Entonces se encendió la luz del pensamiento que da origen a este ensayo. Lo observé e imaginé que pasaría con su especie, tan variada en razas, en el futuro. Nuestro futuro y ellos en él. No sería tan descabellado sugerir que pudiesen mejorar su lenguaje, desarrollar su dialecto, sus cuerdas vocales podrían evolucionar mediante mejor alimentación o incluso experimentos científicos. En fin, ahí caí en la cuenta de que nosotros en algún momento pudimos ser mascotas de una raza de seres que se había desarrollado en la tierra, digamos en la época de los reptiles, digamos hombres reptiles, que tenían de mascotas a los simios-primates-etc, una especie de perro ancestral que también se apreciaba en diferentes razas y colores. Llegado el momento está raza se desentendió con la vida en la superficie y se refugiaron dentro de montañas o incluso debajo del nivel del mar en cuevas subterráneas, lugares maravillosos y de temperaturas frías, rodeados de diamantes y energías místicas. Quién sabe que cosas harían en su mundo super loco y cool. Y de esa probabilidad se desprenden muchas más relacionadas con nuestra existencia. Quizá seguiremos siendo sus mascotas y se divierten con nuestras trivialidades cotidianas que para nada tienen sentido o comunión con el desarrollo espiritual del cual ellos seguramente estén interesadísimos. Nos observan y se recuerdan a ellos mismos en eras arcaicas de su evolución.
Quizá ni siquiera recuerden que ellos alguna vez fueron mascotas de una raza que llego a este planeta en naves espaciales, cuando solo había flores y árboles, algún insecto quizás, las hormigas reinaban quizás o millones de posibilidades de imaginar un planeta completamente armónico, lleno de sonidos ambientales bien tranquilos, absoluta paz junto al sol y los planetas hermanos, hasta que estos seres ancestrales con forma de piel de piedra y largas cabelleras de fuego llegaron con sus mascotas reptiles a las que les gustaba enfrentar en batallas de razas y estilos, quizá; quien sabe qué le pasó a ellos, quizá ellos son los verdaderos amos, las montañas, el semen espacial que preñó a la tierra, un planeta virgen, hermoso, quizá.