martes, 26 de noviembre de 2019

Invasión

Solía pensar, cuando viajaba en colectivo, que tantos edificios, tantas casas, tantas calles, tanta estructura habitable debía ser un recurso codiciado.
Entonces imaginaba una invasión repentina (piense en los kurdos, piense en los originarios de nuestro hemisferio sur). Veía en esto la figura de un invasor violento; ya saben, busquen la imagen de un soldado norteamericano y concuerda perfectamente.
Reproducía su llegada en aviones, helicópteros, barcos, un día cualquiera, soleadito, con la gente paseando por nuestra hermosa ciudad de Córdoba o los paisanos tomando mate en el campo.
El colectivo se voltea, todos caen de un lado, unos sobre otros. Los vidrios se parten, suenan balas y gritos. Llega la preciada raza aria para arrebatar nuestra riqueza, la cual no pertenece a nadie, no hay tal dueño.
Esos edificios, esas casas, esas calles, esas estructuras serán habitados por esta nueva y evolucionada sangre: trabajadora, hermosa, honorable. Manos negras, sangre negra, erigieron dichas construcciones; hombres de hambre, miseria y perros callejeros, de chozas con techos de chapa y calle de tierra.
Pensaba en el futuro pero estaba viendo el pasado, hoy me encuentro en la fatal realidad colonizada.