miércoles, 31 de julio de 2019

El círculo de N.Y.

Judy me contaba de un grupo de personas que se reunía en las afueras de la ciudad.
Existía una gran mansión donde se preparaban las habitaciones para un ritual.
Jacky, que era gran amiga de ella durante la universidad, le había introducido
a este hábito de la transformación de rostros.
El acto consistía en una serie de movimientos y poses que, en contraste con cada una,
formaban una especie de letra dentro de un abecedario.
Por tanto cada encuentro tenía un guión establecido, una coreografía,
un vestuario, y, lo más tenebroso, una víctima.
Sabía que mis escritos y la pronta aparición de esta mujer en mi vida estaban
relacionados en la medida equilibrada de lo que en mis adentros deseaba.
Los participantes cumplían el rol bajo la piel de un animal, la naturaleza
el escenario de todo este banquete, y la presa: una virgen humana.

Sheena era mi compañera de cuarto en la UT.
Su familia era profundamente católica, del conservadurismo.
Serviría como mi ofrenda al clan.

Yo la entregué, déjenme decirles; mi interés sobrepasó
todo límite con el cual había crecido.
Pude ver lo que esperaba por un costo alto.
El arrepentimiento es inadmisible.
Las máscaras revelan la comprensión de un tiempo que
fluye y muta, la vida y la muerte
se alzan y sucumben contra el pecho
de la tierra. El aire se arremolina y dibuja un rostro,
el agua moja los bordes, el vapor fluye
y el frío absorbe las almas de los
recipientes vacíos de calor.

lunes, 22 de julio de 2019

la intensidad de los latidos
el pulso de la vida
quisiera que la letra
lo transmitiera
decir es invocar
traer a la mente
así como la letra
el combustible de la realidad
arde
aparece y se va
dejando una huella
el lector es el animal
que olfatea para sobrevivir
¿cuán contundente es el mensaje?
como lo sorpresivo de cada segundo
receptáculos esperan siempre
el mismo líquido